viernes, diciembre 08, 2017

Quien dice Almansa dice gazpachos

Por tercer año consecutivo Jaruku nos llevó a su pueblo a dar una vuelta en bici. Lo de la vuelta ya es una excusa, porque a lo que vamos es a comernos unos gazpachos. Y es que este plato manchego nos conquistó en 2015 en La Ventica, nos enamoró en 2016 en Los Cuchillos y en 2017 ha vuelto a conquistarnos. Y eso a pesar del frío que pasamos antes de llegar a la mesa.

9.30 de la mañana, a los pies del Castillo de Almansa
Este año la ruta que seguimos nos llevó a dar la vuelta a la Sierra del Mugrón, situada entre el Sistema Bético y el Sistema Ibérico. De unos 16 km de longitud,  a caballo entre las comunidades autónomas del País Valenciano y Castilla-La Mancha, la parte norte forma parte administrativamente del término municipal de Ayora y la parte sur del término municipal de Almansa.

Una foto en un momento que salió el sol. Al fondo la Sierra del Mugrón
Es un lugar bastante indómito y solitario, de una belleza áspera. La sensación aún es mayor cuando la niebla cae sobre nosotros, bajando la temperatura y aislándonos de todo ruido exterior.

El llanero solitario a lomos de Silver
El rato antes de almuerzo se hace duro, hasta que llegamos a la carretera. En línea recta y sin subidas, la recorremos durante 6 kilómetros hasta llegar a Alpera. Allí hacemos un alto en el camino para almorzar. En el bar "El cazador" la especialidad es manitas de cerdo a la brasa. Cuando se enteran Gonzalo e Iñigo se ponen a temblar de emoción, como la Bella y la Bestia.

Las manitas de cerdo, una delicia para los muy carnívoros
Después de este almuerzo salen pedaleando del bar y no hay quien los alcance. Los 25 kilómetros hasta Almansa los hacen en un suspiro, a mí me cuesta más ¿será porque no he comido manitas? Además me está entrando hambre, pensando en los gazpachos. Llegamos al restaurante la Ventica a las 15.30, menos mal que la señora nos está esperando con todo preparado.

La señora poniéndonos el caldero de gazpachos en la mesa

Gonza y yo a punto de morir de gusto
Tras la comida, el paseo por la presa más antigua de Europa (de 1584) y su pasarela flotante sobre el agua nos deja muy buen sabor de boca. Y es que este pueblo tiene mucho que ver, para volver año tras año. Y aún no hemos subido nunca al Castillo!! Jaruku, del año que viene no pasa.
Felices al atardecer en el Embalse-.

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